Javier Hermida

Acrilicos libres

Acrílicos en formato 30 x 40, de tema libre.

Beethoven Árbol de ribera Almeces al sol Alma en pena Árbol enano Árbol luminoso Árbol medusa Baobab Acantilado al amanecer Belle époque Belleza rusa Castillo y pinos Dama renacentista Hidalgo De compras Desván Estatuilla romana Estatuilla griega Estatuilla china Estratos I Estratos II Flecos frondosos Gran ola Homo Sapiens Meandro caudaloso Nubes negras en la playa Orilla Piensa en verde Pino concreto Pinos blancos y negros

DISPENSA DE REGLAS

El mismo libro mencionado antes no decía nada sobre la técnica del “acrílico”. Es natural, dicha técnica surgió a mediados del siglo pasado y significaba una aventura, un misterio o, a lo mejor, un disparate, para nuestra J. Bontcé. Todos los estudiantes de arte de los años ochenta aprendimos las virtudes del óleo, la manera más académica de pintar, y en cierto modo, la única aceptable y duradera. Sí nos permitían, no obstante, el uso de pigmentos añadidos a algún tipo de aglutinante (cola blanca, de pez o de conejo, cera para la encáustica) para los bocetos o los intentos previos a un cuadro o, incluso, para algunos trabajos finales.


Como técnica pictórica, el acrílico es sinónimo de libertad. Se diluye y se limpia con agua, la recurso más fácil y barato; se seca rápidamente, al contrario que el óleo, que puede tardar días; permite todo tipo de tratamientos, superposiciones o licencias (frotados, lijados, diluciones, empastes, capas, retoques, lavados...); y es aplicable con éxito en cualquier tipo de soporte, lienzo, papel, cartón, escayola, madera, plástico, etc. El acrílico invita a la investigación, al despego de los cánones, a la dispensa de las reglas, pues cualquier desembarazo u osadía puede ofrecer euforias al pintor. También puede procurar lo contrario, pero eso es cuestión de oficio: el aprovechamiento de esa libertad técnica no implica la desatención o el menosprecio de los criterios esenciales de la creación artística, al menos en mi caso. Se puede hacer “cualquier cosa”, pero no vale “cualquier cosa”. Es posible que un lector perspicaz haya detectado el disturbio que genera eso de “criterios esenciales”, dicho como si fuera un lugar común que todo artista conoce y pondera y que todo espectador suscribe. Y tendrá razón si aduce, en su contra, que nada de eso existe. Disciplinas tan conspicuas como la Teoría del Arte, la Estética, la Crítica artística o la Historia se afanan en construir algún tipo de aparejo disciplinar al respecto, algo que explique el valor y la pertinencia tanto de “Las Meninas” como de la “Fuente” de Duchamp. Ese afán ha fracasado constantemente, así que no seré yo quien lo resuelva ahora, pero sí me atreveré a nombrar los criterios, los principios que me alumbran en mi trabajo como pintor: autenticidad, belleza (palabra maldita), autocrítica y diversidad.


Esa libertad de acción que procura el acrílico, de uso de la técnica sin rigores preceptivos (como sí ocurre con la acuarela), puede suponer un horizonte tan abierto, tan ilimitado, que acabe por abrumar o colapsar la intención del autor. No obstante, ahí está la gracia: inventar maneras, suertes y métodos diversos de expresión, y acoplarlos a un mensaje propio, o sea, explorar caminos sin mesura, tirar, chorrear, raspar, plasmar, texturizar... para después amarrar el cuadro, aprovechando la abstracción surgida, y sugerir un mensaje comprensible para el público y, sobre todo, una imagen que complazca al autor y que justifique sus criterios.


Los acrílicos que se incluyen en esta colección son fruto de esas premisas. Todos tienen un formato parecido y, por alguna razón que no conozco bien, son todos verticales, con alguna excepción, más antigua. Los temas son, naturalmente, diversos, pues surgen de la abstracción previa y, por tanto, están sometidos al designio anárquico de una mancha. Pero uno no puede negar que tal anarquía, que tal diversidad no es exacta, ya que unos temas prevalecen sobre otros y las devociones personales, inevitablemente, se sobreponen. Es el producto de lecturas, de contemplaciones, de experiencias o de visiones que, como dicen los mexicanos, ni modo.